5 ene 2013

Sesión 2

Sesión 2

Análisis Cinematografico

Más allá de la fachada del humor, la película “El Infierno” es una profunda crítica que muestra cómo todo lo que toca el narco lo corrompe y cómo la realidad mexicana se encuentra en peligro de convertirse en una caricatura.

El narco corrompe todo lo que toca como si tuviera en su droga, en sus armas y en su dinero un oscuro karma, una intrínseca descomposición. Un rey Midas moderno cuyo oro es la perdida absoluta de la ética. En la película nadie tiene ningún asomo de ética; los personajes pueden ser agradables, bastante simpáticos pero cada uno de ellos antepone sus intereses personales en algún momento a los de ‘sus seres queridos’ –o al menos negocía sus emociones a cambio de dinero. Todas las relaciones, también las afectivas, postula el narco-capitalismo, son negociables. Quizás más profundo que el problema del narco es el problema de la pobreza y en general del sistema económico que se vuelve una especie de religión secular donde el dios inclemente, como se insinúa en el billete de un dólar, es el dinero.
“El amor al dinero es la raíz de todo mal”, se dice en una epístola de San Pablo, aunque quisieramos evitar el toque religioso, viene a colación. La película plantea que el infierno se vuelve inescapable porque el narco todo lo penetra y porque no hay de otra en un país sumido en la pobreza. Pero más que la pobreza económica, es la corrupción, es el amor al dinero lo que degenera a la sociedad. Puesto que los acaudalados empresarios y políticos que no quieren que secuestren a sus hijas, que aman, no dejan de amar el dinero y de esta forma siguen explotando a los pobres y perpetuando una situación que genera las condiciones para que secuestren a su hijas. ¿Culpa? No se trata de señalar a los cainitas o a los fariseos  Es un problema moral (el narco no es un antihéroe nietzchiano que crea su propia ética y se impone, es víctima del sistema que lo enajena, que impone sus propias reglas corruptas). En México, ese virus de mexicaneidad, que nos hace graciosos y ocurrentes también nos hace tolerar la corrupción, aguantar la miseria y aplazar toda decisión transcendental. En un desierto surrealista esperando a Godot, a los gringos, a la Virgen o un implausible caudillo que tome una rienda colectiva y limpie el palacio nacional de la mafia acomodada y acabe con la pasividad de las calles y los campos. Puede sonar brutal equiparar a la iniciativa privada y a los grandes monopolios de México con sus cárteles, pero en el fondo la diferencia es el tipo de armas que se usan.
La película “El Infierno” contiene diálogos y personajes que si se analizan a detalle son endebles, y a veces inverosímiles, pero esto no es la cuestión, al contrario. Es una caricatura, una híperbole, una ensalada de clichés y estereotipos del mexicano y del narcotráfico. Lo que pasa es que esta caricatura se está volviendo bizarramente real. Un país cuya cultura se está convirtiendo en una caricatura de su cultura milenaria. Es uno de los porvenires que se fraguan, ser reducidos al carnaval ya no solo surrealista involuntariamente, ahora subrrealista, en la abyección… la tragicomedia mexicana –distopia de la historia-: siempre vivir en Abajo.


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